La vida del argentino Carlos Monzón, campeón mundial de boxeo entre 1970 y 1977, daba para una serie y Netflix se hizo cargo de ello con esta estupenda producción que se llama simplemente Monzón.
Ésta presenta los mayores hitos de la vida del deportista, partiendo por su niñez, marcada por la miseria y la desnutrición, sus primeros pasos en el boxeo (guiado por el principal entrenador que tuvo en su vida, Amílcar Brusa), y su vida de estrella, rodeado de dinero y glamour.
El centro, eso sí —y por eso la serie parte con esos hechos— está puesto en el asesinato de su ex esposa, Alicia Muniz, crimen por el que fue condenado a 11 años de cárcel en 1988. Un hecho controvertido que dividió a Argentina entre los defensores del ídolo y quienes clamaban justicia ante un evidente caso de violencia contra la mujer.
Una batalla que se traspasó a los tribunales, en que la fiscalía tuvo grandes problemas para llegar a la verdad, siendo que Monzón ya cargaba con un historial de maltrato hacia otras de sus ex parejas, entre las que se cuentan la conocida vedette y animadora, Susana Giménez.
Sin perder el hilo
A pesar de que salta de época en época, intercalando pasajes de su infancia con otros de su juventud, de sus inicios en el boxeo y de su posterior declive personal y encarcelamiento, la serie impresiona por lo bien hilada que está.
Esta mezcla entre biografía (biopic) y drama jurídico/policial, entretiene como pocos, en una producción que reafirma a Argentina como sede de impecables producciones audiovisuales, como ya nos tiene acostumbrados.
Las actuaciones son de alto nivel, sobre todo las de Jorge Román (Monzón adulto), Mauricio Paniagua (Monzón joven), Diego Cremonesi (el fiscal Parisi) y Fabián Arenillas (Amílcar Brusa).
El director Jesús Bracenas logra mantener el interés de los espectadores en los 13 capítulos que filmó, en una trama que, como en cualquier teleserie, causa ansiedad en los televidentes que quieren saber pronto qué pasará en el siguiente episodio. Ideal para una maratón.