En el último tiempo, los pueblos han sido el escenario perfecto para las producciones que llegan desde los países nórdicos a Netflix. Una ambientación elegida por series nórdicas como Zona fronteriza, Ragnarok y desde hoy Post mortem: nadie muere en Skarnes.
La nueva apuesta escandinava de la plataforma que se ambienta, como su título ya lo destaca, en el poblado de Skarnes, donde un inesperado descubrimiento viene a sacudir a una de las familias del lugar, luego de que encuentran un cadáver en un sector rural.
Como lo identifican rápidamente los oficiales de la policía local, Reinert (André Sørum) y Judith (Kim Fairchild), este corresponde al de la treintañera Live Hallangen (Kathrine Thorborg Johansen) y presenta indicios de muerte natural, sin participación de terceros.
Lo inusual comienza después, cuando su propio hermano Odd (Elias Holmen Sørensen) y su padre Arvid (Terje Strømdahl), que manejan la funeraria familiar y la única de Skarnes, deben ir a buscar el cadáver, ya que no existe una ambulancia para que cumpla esa labor.
Poco después, los Hallangen dejan el cuerpo en la morgue, donde dos tanatólogos comienzan con la autopsia de rigor. Pero luego de que introducen un bisturí en Live para abrir y revisar su cuerpo, ella vuelve a la vida ante el susto y la sorpresa de los médicos.
Frente a esto la trasladan al hospital y someten a los exámenes de rigor, que hacen suponer al médico que la atiende que sufrió de una hipotermia que casi paró su corazón y por eso parecía muerta. Así, pronto recibe el alta médica y vuelve a casa con su hermano.
El gran secreto familiar
Sin embargo, su padre no fue a verla al hospital y además se le ve escuchar una antigua cinta de sonido donde su desaparecida esposa le pide que cuide a los niños, pero que también vigile especialmente a Live, porque podría haber heredado su “oscuridad”.
Un secreto que lo lleva a hacerla dormir con cloroformo e intentar quemarla viva en el crematorio local. Pero ella logra escapar y empuja a su padre, provocando su muerte, fatalidad que la policía atribuye a un accidente por el mal estado de unas escaleras.
Las cosas se complican más para la protagonista cuando, luego de descubrir que tiene una gran fuerza y además puede escuchar conversaciones desde muy lejos, comienza a sentir deseos de tomar sangre humana. Un apetito que la lleva a actuar irracionalmente.
Al mismo tiempo que el oficial de la policía Reinert decide solucionar tanto su “muerte”, como la de su padre, para que se dé cuenta de su preocupación. Algo que es impulsado más que su profesionalismo, por el amor que siente por ella desde que eran adolescentes.
Mientras el hermano de la protagonista enfrenta sus propios problemas, tras descubrir que su padre le debía mucho dinero al banco por no pagar los préstamos que desde hace mucho venía pidiendo para mantener la funeraria, ya que casi no habían clientes.
Así, con la inusual mezcla de conflictos mundanos con lo sobrenatural, algo de suspenso y bastante de humor negro, Post mortem: nadie muere en Skarnes, va dibujando en seis emisiones su singular historia. Una de las más inusuales e interesantes que desde Noruega han llegado a Netflix.