La monarquía y la gran atracción que genera en el público, además del éxito de The Crown, vuelve a inspirar una producción de Netflix centrada en los avatares de la corona británica: Sangre, sexo y realeza.
La nueva serie de la plataforma que llega poco después del controvertido quinto ciclo de la ficción inspirada en el reinado de Isabel II, para invitar a un viaje a la corte inglesa, pero del convulsionado siglo XVI.
Cuando el trono era ocupado por Enrique VIII y este decidió poner fin a su matrimonio con Catalina de Aragón, además de convertirse en cabeza de la Iglesia de Inglaterra a pesar de la oposición papal.
Un pasaje de la historia ampliamente conocido fuera de las fronteras del actual Reino Unido, que revive bajo una modernizada perspectiva que combina el drama guionizado con el documental.
Y que tiene como eje de sus tres ágiles emisiones la figura de Ana Bolena, quien desde su juventud fue parte de la corte de los Tudor, mientras su hermana mayor María era amante del rey.
Ana se suma a la corte de los Tudor
Una producción que desde sus primeros minutos deja en claro, con una resumida introducción de lo que vendrá, que no solo incluirá la opinión de expertos, sino sensuales y dramáticas escenas.
La que parte en 1536, cuando Ana (Amy James-Kelly) es prisionera en la Torre de Londres y da su testimonio, enfocándose en su adolescencia en Francia, a donde fue envíada para “encontrarse a sí misma”.
Así se le conoce como una jovencita que ama los libros y tiene opinión, y en la cumbre política entre Inglaterra y Francia de El Campo de la Tela de Oro ve por primera vez al rey Enrique VIII (Max Parker).
Para algunos años después, ya de vuelta en Londres, reencontrarse con él en su posición de dama de honor de la corte de los Tudor, comenzando un juego de seducción mientras se niega a ser su amante.
Una relación que se extiende por el tiempo y empuja al monarca a tratar de anular su matrimonio con Catalina de Aragón (Jurgita Šeduikytė), ya que está enamorado de Ana y desea tener un heredero.
El oscuro destino de la noble inglesa
Sin embargo, la felicidad no dura, ya que tras casarse y convertirse en reina, Ana no puede darle un hijo -solo una hija, Isabel- y a juicio de Enrique es la culpable de todos sus males y decide sacarla de su vida.
Por lo que el cuento de hadas de la joven e independiente noble termina trágicamente, luego de haber sido una pieza clave en la reforma religiosa inglesa, con su presencia y avanzadas ideas.
Lo que se revive en el final de Sangre, sexo y realeza, un docudrama que mezcla historia con actuación y una escenificación “moderna”, con música contemporánea y la protagonista hablándole a la cámara.
En una apuesta que busca sacarle partido a elementos usados con éxito por populares series, como la atemporalidad de Bridgerton o el escándalo monárquico de The Crown, pero sin el mismo presupuesto.
Sin olvidar la seriedad y el carácter de documental que deben aportar a la narración las opiniones de los historiadores que se intercalan en la trama, pero que por momentos se sienten algo forzadas.