Sex Education hechiza otra vez con un cargamento doble de risas y lágrimas
Igual de buena que la primera temporada es Sex Education 2, la aplaudida serie de Netflix que vuelve rápida, divertida y triste a rabiar.
Mientras suena ese himno al autoplacer titulado I touch myself (de los australianos Devynils) —en una versión medio lírica, eso sí— el protagonista de Sex Education 2, vive un ataque onanista que a la más mínima incitación lo lleva al éxtasis.
Con esa secuencia, y un año después del debut de la primera parte, comienza la segunda temporada de esta exitosa serie británica. Una escena que saca varias risotadas, como el brillante preludio de un ciclo generoso tanto en gracia como en drama que confirma a la producción, creada por Laurie Nunn, como una de las mejores en el catálogo de Netflix.
Otis (Asa Butterfield) vuelve a convidarnos a presenciar su existencia, la de un adolescente aproblemado con su incipiente vida sexual, con una madre experta en el tema, la irreverente Jean (Gillian Anderson, tan sólida como guapa) que, sin embargo, lo avergüenza, y con un grupo de amigos tan conflictuados como él.
Esa primera escena marca el tono de la nueva temporada: rápida, divertida y triste a rabiar, gracias a historias tan atractivas como la de Maeve (Emma Mackey), compañera de colegio e interés romántico de Otis, una chica medio rebelde que se las ingenia para ser también una alumna de primera y una tipa con corazón de oro.
O la de Adam (Connor Swindells), el chico malo que no es tan malo y que vive asediado por un padre autoritario y maltratador. Para qué hablar de Eric, el mejor amigo de Otis, que parece estar encontrando el amor y perdiendo cada vez más el miedo a mostrar su homosexualidad.
Magnífico coro de personajes
La verdad es que no resulta muy provechoso centrarse en cada personaje/actor, porque todos son maravillosos, completos y complejos, dando pie a un verdadero coro en que cada uno encuentra su adecuado espacio y desarrollo.
Es la consecuencia lógica de que el guión de Sex Education esté construido de manera impecable, sin ripios, presentando al sexo como un asunto bueno y serio (a veces no tanto).
Esta es, en resumen, una excelente producción y lo que es mejor aún: una serie única, irrepetible y fresca, cuyos ocho capítulos (sumados a los ocho de la primera temporada) no tienen un segundo de desperdicio. Dan ganas de verla de un viaje, sin pausas ni siquiera para secarse los lagrimones que de vez en cuando saltan, sea de risa o de pena.
Este segundo ciclo reafirma que los elogios que se llevó el primero no fueron casualidad ni exagerados. Todo lo bueno dicho el año pasado se consolida, con creces.
Comentarios