Desde su debut en Netflix en enero de 2019, Sex education dejó en claro que no iba a ser una serie más dentro del apartado juvenil de la plataforma, por temática, elenco y factura técnica.
Con el eje de su novedoso relato puesto en Otis Milburn (Asa Butterfield), Eric Effiong (Ncuti Gatwa) y Maeve Wiley (Emma Mackey), tres de los estudiantes de la secundaria Moordale.
La institución ubicada en la localidad homónima de un rincón británico, donde Otis y Maeve pusieron su consulta para responder las inquietudes sexuales de sus compañeros.
Al mismo tiempo que Eric, mejor amigo de Otis desde la infancia, asumió por completo su identidad sexual, a pesar de la presión familiar y la comunidad religiosa de la que era parte.
Sin olvidar a otra figura clave del relato: Jean (Gillian Anderson), madre de Otis y terapeuta sexual, que pasó de los encuentros pasajeros a una relación con Jakob (Mikael Persbrandt).
La diversidad de la Escuela Cavendish
Pero en la cuarta y última temporada del espacio -sí, todo lo bueno acaba-, las cosas se ponen aún más volátiles e intensas en las vidas de sus protagonistas y cercanos.
En una etapa final de Sex education que se compone de ocho capítulos y cuyas palabras claves son misticismo, diversidad, sensualidad y cambio, como lo ejemplifica una nueva secundaria.
Ya que tras el cierre de la Moordale, Otis y Eric, junto a varios de sus compañeros de siempre, son trasladados a la Escuela Cavendish, un modelo de liberalidad y aceptación.
Donde la amabilidad es la norma entre los estudiantes, mientras estudian arte, practican yoga y pueden expresar sus opiniones en una tarima pública en el centro de la secundaria.
Y Eric se encuentra con jóvenes en su misma sintonía, además de populares y coloridos, como Aisha (Alexandra James), Abbi (Anthony Lexa) y Roman (Felix Mufti).
Los nuevos desafíos de un último ciclo
Mientras Otis, decidido a poner su consulta sexual en el nuevo colegio, choca con la noticia de que aquí ya existe una terapeuta, y bastante exitosa, conocida como O (Thaddea Graham).
Sin olvidar a Meave, que ahora en Estados Unidos, en la Universidad Wallace, busca concretar su sueño de convertirse en escritora bajo la guía de Thomas Molloy (Dan Levy).
Ni tampoco a Jean, quien debe lidiar con una hija de meses, una oportunidad laboral en un programa radial y el reencuentro con su hermana menor Joanna (Lisa McGrillis).
Diferentes hechos que ponen a los personajes frente a experiencias que marcan un antes y después en sus vidas, siempre presentadas con el humor y el drama que acostumbra la serie.
La que comienza su despedida con un capítulo perfecto, para luego continuar por emisiones más desbalanceadas, tal vez por tratar de abarcar varios personajes y conflictos al mismo tiempo.
Aunque nada logra empañar el camino recorrido por Sex education, una de las series más singulares, atrevidas y entretenidas del streaming de los últimos años.