En el mundo de la TV y el cine no es raro que ocasionalmente aparezcan remakes o nuevas versiones de series o películas. De los cuales hoy llega un buen ejemplo a Netflix: Sin hijos, la cinta mexicana que revive la trama del filme homónimo argentino de 2015.
El cual, dirigido por Ariel Winograd, mostraba a Diego Peretti y Maribel Verdú encarnando al dueño de una tienda de instrumentos musicales y una española que conocía de joven y por la que siempre se sintió muy atraído, cuando se reencontraban en Buenos Aires.
Esto daba pie a que ellos iniciaran una relación amorosa que enfrentaría un gran escollo: ella no gustaba para nada de los niños, por lo que él le tenía que ocultar, de las maneras más singulares, que era padre y vivía junto a una despierta niña llamada Sofía.
Seis años más tarde esa trama de Sin hijos se reconvierte bajo la dirección de Roberto Fiesco -conocido productor y documentalista azteca que debuta en los largometrajes de ficción-, dejando atrás las calles de la capital argentina para instalarse en Ciudad de México.
Es en uno de sus barrios que se encuentra Casa Ramírez, el local de instrumentos musicales que pertenecía al abuelo de Fidel (Alfonso Dosal) y que ahora el casi arquitecto -nunca terminó la carrera- administra en compañía de su hermano Temo (Mike Jiménez).
Una actividad que comparte con el cuidado de su vivaz hija Ari (Francesca Mercadente), ya que tras el divorcio de su esposa, hace unos años, él decidió tener a la niña de nueve años la mayor parte del tiempo, dejando de lado cualquier relación romántica.
Un reencuentro y un secreto
Pero todo cambia cuando entra en la tienda Marina (Regina Blandón), una fotógrafa a la que había conocido hace un tiempo y por la que siente una gran atracción. Por lo que no es extraño que muy pronto se conviertan en pareja. Aunque hay un pequeño problema.
Marina no soporta a los niños, por lo que cuando le consulta a Fidel si cuando estuvo casado tuvo hijos él lo niega tajantemente. Esto lo obliga a que en cada visita de ella a su departamento él deba esconder todos las cosas que pertenecen a Ari.
Así, entre mentiras a su novia y a su hija, Fidel trata de mantener una situación casi insostenible, que será el motor de gran parte de la trama. La que en esta versión minimiza algunos elementos de la cinta argentina, como el conflicto entre él y su papá.
Pero le entrega mayor protagonismo a Marina y su opción por no ser madre, la que tomó conscientemente, dejando de lado lo que la sociedad espera de las mujeres y pensando en ella y en tener una vida centrada en su desarrollo profesional y como persona.
Un cambio adecuado a los tiempos, que se suma a detalles de hoy, como la existencia de las redes sociales y los influencers, haciendo de esta nueva Sin hijos la adecuada reinterpretación de una historia que no pierde encanto a pesar del paso de los años.
Donde son esenciales las actuaciones y la química de la pareja de Dosal y Blandón, como también el encanto de la pequeña Francesca Mercadente. Y donde la comedia romántica le cede un poco más de protagonismo al drama, dotando de un poco más de peso a su relato.