Luego del éxito logrado con Ícarus, el documental sobre el escándalo de dopaje en el que estuvo involucrado el Comité Olímpico Ruso, y que ganó el Oscar como Mejor Documental en la última premiación, Netflix se la jugó por una nueva historia de abuso de fármacos, pero esta vez, entre estudiantes universitarios.
Estrenado el 16 de marzo, Take Your Pills explora la gran popularidad que adquirió en el último tiempo el Adderall, pastillas que se adquieren sólo con receta médica y que los neurólogos recetan para ayudar a pacientes afectados por el Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH).
Lo que hace esta droga es provocar una sensación de completa seguridad a los pacientes sobre sus capacidades tanto físicas como intelectuales, pues los mantiene enfocados por varias horas y con mayor claridad mental.
Dirigido por Alyson Klayman (Ai Weiwei: Never Sorry), en poco menos de 90 minutos la película muestra varios casos de consumidores que usan o usaron este químico, los que por un tiempo notaron un aumento en su rendimiento en la vida cotidiana, pero que luego cayeron profundo. Hay de todo: historias de estudiantes universitarios, de un ingeniero en informática de Silicon Valley e, incluso, del ex jugador de fútbol americano Eben Britton.
Todos ellos, como muestra el siguiente trailer, logran conseguir su objetivo al usarla, pero ¿a qué costo?
¿Adderall o Ritalín?
Mucho más conocido que el Adderall es el Ritalín, muy conocido en los 90 por tratar el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad en Niños.
Aunque ambos son psicoestimulantes que favorecen la liberación de dopamina y norepinefrina en el proceso de sinapsis cerebral —que provoca una sensación de bienestar y, ergo, mayor concentración y energía— su composición química es diferente.
El Ritalín o Concerta, es metilfenidato, un medicamento aprobado para el tratamiento del TDAH, que es legal en casi todo el mundo. En cambio, el Aderall es una feniletilamina —es decir, una mezcla de sales anfetamínicas— que sólo es legal en Estados Unidos y Canadá.
Aunque ambas drogas son adictivas por la liberación de dopamina —el mismo neurotransmisor sobre el que actúa la cocaína, por ejemplo— el Adderall conlleva un riesgo de dependencia mucho mayor que su símil, el metilfenidato.
Efectos secundarios
Dada la cantidad de dopamina que se libera en el cerebro tras el consumo del Adderall, los efectos indeseados en el corto y largo plazo, son el nerviosismo, la inapetencia, el insomnio, la irritabilidad, la tensión muscular, la ansiedad, la boca seca y la sudoración. Síntomas, que también reportan los pacientes privados de esta droga.
Varios de los testimonios expuestos en el documental mencionan intensos cuadros de depresión al intentar dejarlo, con sensaciones comunes de sentirse “poco inteligentes y enérgicos”.
¿Daños en el cerebro? Es algo que está explicado en los 90 minutos que dura el documental.
Retrato de una cultura
Que estas “pastillas de la inteligencia” sean moralmente aceptadas en la actualidad, después de que las anfetaminas fueran muy estigmatizadas en la década de los 60, “te dice algo sobre nuestra cultura en este momento”, señala Klayman, la directora del documental.
Para ella, la gran conclusión, es que todo se justifica cuando se trata de la preciada productividad, de ser mejor, el más rápido y más productivo en un contexto de vorágine que implica sobrevivir al día a día. Ante eso, el Adderall apareció como un estimulante que era la mejor fórmula.
La cinta aborda también cuál fue el camino que debieron seguir varios “Adderall dependientes” para dejarla atrás.
Míralo en Netflix (click acá).