Desde su llegada a Netflix hace cuatro años, The Crown se ubicó como una de las mejores producciones del streaming, no solo por ficcionar la historia de una de las casas reales más mediáticas, sino también por su nivel de actuaciones, producción y recreación de época.
Características que ha mantenido imperturbables a lo largo de tres temporadas, redibujando a través de sus capítulos la historia de la reina Isabel II, desde que debió asumir de improviso el trono en los años 50, cuando ya estaba casada y era madre de dos niños.
Un relato que se ha ido conformando por su interacción con la familia real -con su marido, el príncipe Felipe, y su hermana, la princesa Margarita, como piezas claves-, como también con sus súbditos y con los avatares políticos o tragedias naturales vividas en Reino Unido.
Pero en la cuarta temporada, cuyos 10 episodios debutan este domingo, la monarca (Olivia Colman) debe lidiar con los revolucionarios irlandeses -como se ve en sus minutos iniciales-, y también con dos personalidades femeninas que eclipsan su figura.
La primera de ellas es Margaret Hilda Thatcher (Gillian Anderson), quien se convierte en la primera mujer elegida para liderar el gobierno británico. La impasible hija de un comerciante que está decidida a dejar una marca, aunque esto le traiga impopularidad.
La segunda se ubica en la orilla opuesta en cuanto a personalidad. Su nombre es Diana Spencer (Emma Corrin) y es solo una adolescente cuando conoce al príncipe Carlos (Josh O’Connor), cuando éste visita a su hermana mayor Sarah (Isobel Eadie).
Entre lo político y lo sentimental
Así, con estas dos figuras como disímiles ejes de su trama, la cuarta temporada de The Crown comienza a revivir una de las etapas más convulsionadas de la Casa de Windsor, donde no solo son importantes los conflictos políticos, sino también los del corazón.
Esto último porque a inicios de los 80, Carlos decide embarcarse en una relación que se convertiría en una de las más comentadas del mundo, que lo llevaría a comprometerse con la ingenua Diana mientras mantenía su romance con la casada Camilla (Emerald Fennell).
Se comenzaría a escribir así una página de ilusiones, apariencias y engaños, donde un matrimonio real, supuestamente como de un cuento de hadas, se convertiría en un dolor de cabeza para sus protagonistas y para la soberana inglesa.
Mientras, en el plano político, Thatcher debía mantener a flote una nación ensombrecida por los ataques terroristas del IRA y una economía en crisis, además del conflicto con Argentina por las Islas Falklands. Y también, como madre, sufría por desconocer el paradero de su hijo.
Una diversidad de conflictos a los que el relato suma la distante relación de la Reina con sus hijos, haciendo su aparición en el argumento los dos menores de ellos: el serio Eduardo (Angus Imrie) y el desfachatado Andrés (Tom Byrne), el mismo del escándalo Epstein.
A los que se sumarán otros dramas, como la enfermedad de Margarita (Helena Bonham Carter), conformando uno de los ciclos más convulsionados y a la vez más atractivos de The Crown.
En resumen: un imperdible para todos los seguidores de la serie.