Desde su primera escena, The Eddy deja claras sus intenciones: el escenario de un club que funciona en una especie galpón, sobre el que toca con exuberencia y pasión una multicultural banda de jazz.
Por cierto, la banda y el club se llaman igual que la serie, The Eddy. Casi todo sucede en este recinto, ubicado en la perifería de París y que tiene como dueños, por supuesto, a dos músicos, Elliot (André Holland) y Farid (Tahar Rahim).
Y como ya puedes suponer, en esta nueva producción de Netflix todo gira en torno a la música. Aquí no es un mero acompañamiento ni solo la banda sonora, sino lo que mueve a cada uno de sus personajes.
De hecho, todo partió con las canciones, las que tenía el reputado compositor y productor Glen Ballard, el mismo que coescribió Man in the mirror, de Michael Jackson y que produjo el debut superventas de Alanis Morissette, Jagged Little Pill.
Esas composiciones se las mostró al productor Alan Poul (The Newsroom, Historias de San Francisco) y fue tal el entusiasmo de este último, que ahí nació el germen de esta serie.
Luego reclutaron al director de La La Land y Wiplash, Damien Chazelle, y al prolífico guionista Jack Thorne, y ya tenían una banda de virtuosos lista para interpretar esta declaración de amor a la música, al jazz y el París más multicultural
Al ritmo de The Eddy
Si andas buscando una serie en la que pasan muchas cosas a la vez, puedes pasar del largo, que de The Eddy es otra cosa. Por el contrario, tiene su propio ritmo y a veces se mueve el ritmo de las canciones se tocan ahí.
De todas manera, la serie se toma su tiempo para ir desentrañando los dramas y problemas de Eliott, el dueño del club jazz, un afroamericano que, pese a que toca bien el piano, ahora solo se dedica a componer y a dirigir a la banda.
Además del recinto, debe hacerse a cargo de su su hija, Julie (Amandla Stenberg), una adolescente inconforme que acaba desde llegar a Nueva York a vivir a París luego de pelearse con su madre.
Pero pese que tiene una banda engrasada y talentosa, las cosas no anda bien en club, sobre todo después de que se entera de los negocios ocultos de Farid, lo que ponen en peligro su vida y la de su hija.
Todo eso se va contando poco a poco en cada uno de los capítulos que, por cierto, tienen diferentes directores, porque además de Chazelle dirigen Houda Benyamina, Laïla Marrakchi y el mismo Poul.
Algunos episodios son una especie de solo de jazz, porque permiten conocer a la familia y la cultira de Farid, por ejemplo, o el drama de Jude, un contrabajista cubano adicto a la heroína.
París cosmpolita
Todo eso ocurre en un París alejado de la postal que se suele vender al mundo. Porque The Eddy no es La La Land ni el tipo de musical que amaba Selma, la protagonista de Dancer in the dark, esos donde no sucede nada malo.
El París que se muestra aquí es el más multicultural, rico en razas, credos, lenguas y ritmos. La banda misma es un relfejo de este diversidad, con integrantes de Francia, África, Europa del Esta y America Latina. Y la serie se habla francés, pero también inglés y árabe.
La misma ciudad en la que se juntan la pobreza, la violencia, el racismo y el tráfico de drogas y que se tratan en la serie con la diferentes historias.
Finalmente, la música y, sobre todo el jazz, son la pasión y el refugio de estas personas que tratan de mantener sus vidas a flote, y por eso se roba el protagonismo en The Eddy, con momentos tan vibrantes como una jam que se improvisa tras un funeral musulmán.
Busca también la banda sonora de la serie en Spotify, que además de las temas que suenan en los episodios, tiene un par de invitadas de lujo: St. Vincent y Jorja Smith.