Vidas de papel: el nuevo drama turco que saca lágrimas en Netflix
Esta nueva cinta que llega desde Turquía a la plataforma de streaming muestra la historia de un recolector de desechos y un niño marcados por el abandono.
Es difícil ver Vidas de papel sin establecer comparaciones con Milagro en la celda 7, la película turca que el año pasado se sumó con éxito al catálogo de Netflix, situándose por varias semanas en la lista de lo más visto en la plataforma.
Además de ser producciones provenientes de la prolífica industria de Turquía, ambos largometrajes apuestan por el drama para retratar particulares relaciones entre un adulto y un niño.
En Milagro en la celda 7 era la de Mehmet, un padre con problemas cognitivos, y su pequeña hija Ova. Mientras que en Vidas de papel -cinta que acaba de estrenar el servicios de streaming- los protagonistas son Mehmet (Çagatay Ulusoy) y Ali (Emir Ali Dogrul), un niño a quien encuentra gracias a su trabajo.
Mehmet tiene a su cargo un depósito de desechos en Estambul, donde da trabaja a un grupo de jóvenes y adolescentes que recorren las calles en busca de papeles, cartones, botellas y otros residuos que se puedan reciclar.
Es dentro de la bolsa de uno de esos recolectores, Gonzi (Ersin Arici), que un día aparece Ali, un niño que asegura que su madre lo introdujo ahí para evitar que su padrastro lo siguiera maltratando.
Sorprendido, en un primer momento Mehmet intenta busca a su madre para que vuelva con ella, pero pronto se encariña con el pequeño y pasa a ser parte de su día a día.
Marcados por el abandono
Así, ambos comparten una serie de momentos alegres que hacen que el recolector se olvide, por algunos momentos, de la enfermedad que padece y por la que debe operarse de un riñón. Juntos celebran el cumpleaños de Ali, van a nadar al mar y hasta salen a buscar desechos.
Además, otra vivencia los une: a Mehmet también lo habría abandonado su madre cuando niño.
De hecho, la orfandad es uno de los temas que cruza Vidas de papel, porque los jóvenes que trabajan en el depósito de desechos también viven sin sus familias.
Sin embargo, el abandono se aborda aquí desde una perspectiva machista, porque la responsabilidad se adjudica solo a la madres y a los padres casi no se les menciona.
Además, una madre, que aparece al comienzo y luego en varias otras escenas, también es clave en el final de la película, desenlace que -al igual que en Milagro en la celda 7– tiene un giro sopresivo.
Y un consejo: los telespectadores más sensibles tendrán que ver Vidas de papel con un pañuelo en la mano, porque el relato, que bordea el melodrama, sacará una que otra lágrima.
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