Desde Tesis hasta El Orfanato, pasando por la más reciente El hoyo, el cine de terror tiene una larga lista de buenos ejemplos en España. Un género por el que también decidió apostar el director Ángel Gómez Hernández en su debut en los largometrajes con Voces.
Lo hace tras hacerse un nombre en los cortometrajes y con esta película, que acaba de estrenar Netflix y donde lo que es escucha es tan espeluznante como lo que se ve. O más bien, lo que no se ve.
De eso puede dar fe el niño de ocho años que conocemos al comienzo del relato, el pequeño Eric (Lucas Blas), a quien unas extrañas voces no lo dejan descansar.
Junto a sus padres, Sara (Belén Fabra) y Daniel (Rodolfo Sancho), se acaban de mudar a una casa que compraron para refaccionar y luego vender. Ese es el negocio de esta familia y el enésimo hogar de Eric.
Pero el niño se siente inquieto en este nuevo lugar y tiene comportamientos extraños, incluso en el colegio, donde llegó a morder al director.
Por eso sus padres deciden que lo vea una sicóloga, a quien le cuenta que escucha ruidos y voces que a veces le piden que dije cosas. Pero tras la visita al niño, la profesional muere en un sangriento accidente en auto de regreso a su casa.
El embrujo que se oye
Poco después, otro hecho trágico ocurre en ese hogar y Daniel sospecha que esos sonidos, que se oyen solo en grabaciones y aparatos de radio, tendrían que ver con todo lo oscuro que pasa ahí.
Esa es la razón por la que decide contactar a Germán (Ramón Barea), un experto en psicofonía, los sonidos que quedan registrados en diferentes aparatos y que sin ellos no se pueden oír.
El investigador llega a la casa con sus aparatos y junto a Ruth (Ana Férnandez), quien lo acompaña en estas labores. Mientras van descubriendo que los ruidos tendrían un origen sobrenatural, relacionados con el pasado de la construcción, las tragedias se siguen suciendo y el nuevo hogar ahora parece una pesadilla.
Así, en Voces su director le da una vuelta al subgénero de la casa embrujada, para poner a la sicofonías -habitualmente un elemento más de las historias de terror- en el eje central de su narración.
Sí, se ven algunas aparaciones, pero son sutiles, y lo que realmente atemoriza son esos ruidos sobrenaturales, que se intensfican a medida que avanza el metraje y que se destacan por el convincente diseño sonoro del filme.
También impactan algunas escenas espeluznantes, como la de unos gatos colgados de un árbol, como si fueran adornos navideños, y sus giros inesperados, con un final-de-esos-que-no-te-esperabas.
Un buen comienzo del director español en los relatos largos sobrenaturales y que se suma a la abultada lista de películas de terror que tiene el catálogo de Netflix.