A casi un mes exacto del debut de la serie Lugares muertos, un nuevo título sudafricano se sumó al catálogo de Netflix: la cinta Yo soy todas las niñas. Y si en la primera el suspenso se unía a lo paranormal, en la película este género se combina con drama y realidad.
Como su mismo metraje lo advierte en los primeros minutos con la frase “basado en hechos reales”, el thriller dirigido por Donovan Marsh refleja en pantalla una de las tantas tragedias que mujeres y niñas viven en distintos rincones del mundo: el tráfico de personas.
Y lo expone a través de una historia de ficción que tiene como eje un hecho que habría ocurrido en la ciudad de Johannesburgo de 1994, cuando en pleno apartheid sudafricano Gert de Jager (J.P. du Plessis) secuestró a seis niñas que nunca pudieron ser halladas.
Pero a él sí lo capturaron y sometieron a una interrogación que se grabó en un video que desapareció. Sin embargo, en el presente alguien tiene acceso a esa grabación, donde De Jager admite haber raptado a esas pequeñas y muchas otras, llegando a más de 40.
Lo que también reconoce es que no actuaba solo. Junto a su pareja trabajaba para un ministro del Partido Nacional de la época que le vendía a las niñas y adolescentes a un millonario de Medio Oriente, y las que eran “desechadas” las enviaba a un prostíbulo.
Desde ahí el relato se enfoca en un grupo de policías que realiza una redada en la periferia de Johannesburgo, en busca de una banda dedicada al tráfico sexual. Pero las cosas no salen como esperaban, lo que deja muy desilusionada a Jodie Snyman (Erica Wessels).
Las dos protagonistas del relato
Ella es parte de ese grupo especial y tras la fallida incursión la sacan del caso y la ponen en la investigación de un extraño homicidio. De forma paralela también se sabe que Jodie tiene una cercana conexión con una colega, la forense Ntombizonke Bapai (Hlubi Mboya).
Y son ellas quienes guían la narración, tanto en su papel como policías como también en el vínculo que Ntombizonke tuvo con las niñas desaparecidas en los 90. Sumándose otra revelación a la trama: detrás de los raptos está el importante político FJ Nolte (Deon Lotz).
De esta forma, poco a poco, se va conectando pistas y personajes en torno al tráfico de niñas desde Sudáfrica a Medio Oriente, y a una serie de asesinatos que Jodie vincula con alguien que busca venganza y que está más cerca de lo que ella imagina.
Esto hace que Yo soy todas las niñas transite por el thriller como también por el drama y el policial más clásico, con una sutil cuota de romance. En un tipo de narración que apuesta por la simpleza, sin grandes efectos especiales o escenas de acción.
Una característica que no logra restar interés en el relato, manteniendo la atención del público a lo largo de sus casi dos horas de metraje gracias a un ritmo adecuado y buenas actuaciones, en especial las de su dúo protagónico: Erica Wessels y Hlubi Mboya.
Y que tiene como su elemento principal y diferenciador el llevar a la pantalla un tema complicado, pero del que debe crearse conciencia, como es el tráfico de mujeres. El cual en esta película se trata sin estridencias y sin caer en lo morboso o explícito.