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Hotel Viña La Playa: Nada mejor que perderse en un rincón de Colchagua

Se llama Hotel Viña La Playa, queda en un sector escondido de Peralillo, en Colchagua, y ahí encuentras gastronomía y vinos de primera, mucho silencio y senderos inclusivos, aptos para que todos paseen.

Foto: Matías Donoso

Se llama Hotel Viña La Playa, queda en un sector escondido de Peralillo, en Colchagua, y ahí encuentras gastronomía y vinos de primera, mucho silencio y senderos inclusivos, aptos para que todos paseen.

Nada que ver con el gentío y el ruido de Reñaca o Pucón. En el Hotel Viña La Playa lo único que se siente es el canto de los pájaros y el zumbido del viento golpeando las hojas de los árboles. Lo de ahí es puro relajo a dos horas y media de Santiago, en un rincón medio perdido de Peralillo, en el corazón del Valle de Colchagua.

Foto: Gentileza Hotel Viña La Playa

Se trata de un hotel boutique con tan sólo 11 habitaciones. Una casona de dos pisos de estilo colonial, de esas con amplios corredores, gruesos pilares y techos de tejas, cuyas habitaciones, muy amplias, tienen chimenea para los que lo visitan en otoño/invierno (desde $ 100.000 + IVA, habitación doble con desayuno en temporada baja).

En sus áreas comunes está lleno de detalles, como una mesa de billar del siglo XIX, con buchacas de cuero y tan pesada que nadie la puede mover, ideal para jugar un buen rato con los amigos.

Foto: Matías Donoso

La decoración de aquí es poco ostentosa, pero acogedora, en tonos tierra y con algunos estampados tenues en tapices, muros y cortinas.

Foto: Gentileza Hotel Viña La Playa

Es algo así como estar en una casa de campo con vista a un parque lleno de cipreses, magnolios, álamos y sauces, donde además, escondida de la casona, hay una refrescante piscina para pasar la tarde, una cancha de tenis y la huerta orgánica que nutre al restaurante del hotel.

Un paseo después del desayuno

Foto: Gentileza Hotel Viña La Playa

Al despertar, los desayunos son lo mejor, con pan amasado recién horneado que viene en una bolsita de tela, junto a un jugo natural y mermelada casera. Si te toca la de frutillas, con trozos grandes de esa fruta, te darán ganas de comerla a cucharadas.

También llegan a tu mesa huevos de campo revueltos o en omelette. Quedan muy bien con los panes y la señora Irene te los servirá más o menos húmedos, según como te gusten.

Antes de que el sol asome con furia, lo mejor es pasear por los senderos que rodean a la casona, anchos, sin pendientes y sin baches, aptos incluso para sillas de ruedas, lo que convierte a éste en un hotel inclusivo que también cuenta con rampas en casi todos sus sectores.

Hay un sendero que toma unos 45 minutos, ida y vuelta, y que te lleva hasta la orilla del río Tinguiririca, cauce que bordea el predio y que le da nombre a la viña y al hotel (La Playa). Una caminata bajo la sombra de álamos y pinos circundando, además, los viñedos y plantaciones de frutales del lugar.

Foto: Gentileza Hotel Viña La Playa

Para los que prefieren pedalear, pregunta por las bicicletas: si eres huésped, te las prestarán gratis para que recorras gran parte del fundo, que tiene cerca de 300 hectáreas. Eso sí, si vas en verano, lleva repelente: hay unos mosquitos que hacen de las suyas cuando estás al aire libre.

Plateada con una copa de vino

Foto: Gentileza Hotel Viña La Playa

Para los que no quieren moverse ni un centímetro de ahí, el hotel tiene un espléndido restaurante, dirigido por la chef Camila Fuentes, con platos chilenos y otros de estilo mediterráneo llevados a su máxima expresión.

¿Los precios? Nada de caros, lo que transforma al lugar en una buena opción para los huéspedes y también para quienes no están hospedados ahí, pero quieren disfrutar de su gastronomía.

Entre los must que hay que probar está la plateada con polenta cremosa ($ 8.900) y el costillar de cerdo, doradito y sabroso, con puré picante ($ 8.900), como el de la foto.

Si buscas algo más liviano, no te pierdas la “habas corpus”, una ensalada generosa que lleva habas, hojas verdes, palta y unos aros de cebolla morada que le dan ese agradable crunchie a la preparación ($ 4.000).

Para añadir un toque dulce, la panacota de vainilla a la miel ($ 4.990). Si no, un mix de frutas de esas que en verano llenan de color el plato ($ 4.000).

Los vinos locales, los de la Viña La Playa o los de su hermana, la Viña Sutil (ambas certificadas como veganas), son el acompañamiento ideal. Si te atiende don Jaime, pídele una copa de Rosé Sutil Reserva, fresco, para un día estival ($ 4.590), o un Carmenere Reserva (mismo precio), espléndido para un almuerzo reposado.

Foto: Gentileza Hotel Viña La Playa

Para saber más de vinos, hay degustaciones y tours pensados para aprender en un ambiente relajado. Como uno en que podrás probar cuatro maravillosas botellas, entre éstas un sauvignon blanc seco y delicado que queda muy bien con los quesos y galletas de quínoa que te sirven para maridar ($ 9.000).

Los tours a la viña, que está a metros del hotel y que incluyen hasta un calicata (corte vertical del terreno para observar el suelo en que se han plantado las parras), parten en los $ 12.000.

Y ojo, porque el hotel acaba de implementar un nuevo servicio: un “pase diario” (o day pass) que incluye uso de piscina, tour por la viña con degustación de vinos, almuerzo (entrada, fondo, postre, café y una copa de vino o una bebida), más café con pan amasado, mantequilla y mermelada casera. Todo por $ 42.000.

Más información, en la web de La Playa.

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