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Parque Nacional Queulat y sus alrededores: Rodrigo Guendelman te da los imperdibles de esta maravilla verde

En este segundo capítulo de Chile Viajero, nos escapamos del calor y la vida citadina para adentrarnos en el bosque siempreverde del Parque Nacional Queulat, en Aysén. Llegamos en avión hasta Balmaceda y luego Bruno Díaz, patagón, nos llevó en su auto hasta Portezuelo, la entrada sur del parque, en un trayecto que bordea los ríos Simpson, Mañihuales, Queulat y el Fiordo Puyuhuapi.

En este segundo capítulo de Chile Viajero, nos escapamos del calor y la vida citadina para adentrarnos en el bosque siempreverde del Parque Nacional Queulat, en Aysén. Llegamos en avión hasta Balmaceda y luego Bruno Díaz, patagón, nos llevó en su auto hasta Portezuelo, la entrada sur del parque, en un trayecto que bordea los ríos Simpson, Mañihuales, Queulat y el Fiordo Puyuhuapi.


“Ahí se ve el Ventisquero Colgante Queulat”, nos avisa Bruno después de cinco horas de trayecto, “está todo derretido”. Ese triángulo de hielo, incrustado en la cima del cerro Alto Nevado, es el emblema de este parque, y da origen a la Laguna Témpanos.

Nos recibe Danilo, quien durante esta temporada está administrando el camping, con el objetivo de juntar lo suficiente para viajar durante el resto del año. Aquí sólo caben 30 carpas y no es posible reservar, por lo que te recomendamos llegar temprano para asegurar tu lugar. Los sitios se encuentran rodeados de coigües, arbustos de chauras con flores blancas y musgo recién crecido. Hay agua potable y una mesa en cada sitio, pero no electricidad.

En este sector del parque hay 5 senderos, tres de ellos de dificultad baja y dos de dificultad moderada. Pasamos un puente colgante para aventuramos primero en el que lleva hacia la Laguna, para después retroceder unos metros y empezar el más largo, 6,6 kms de ida y vuelta, que termina en el mirador del Ventisquero.

El camino es un atractivo en sí mismo, rodeado de helechos, nalcas tan grandes que parecen prehistóricas, tineos con sus hojas de forma tan particular, mariposas revoloteando entre los rayos de sol y muchas, muchas orugas.

Nos encontramos también con estas cantabrias o escarabajos de darwin machos, con sus caparazones tornasol y sus enormes tenazas que usan para botarse de los árboles unos a otros, donde el ganador trepa hasta encontrarse con una hembra.

A medida que avanza el camino, se hace cada vez más fuerte un ruido constante, que pareciera ser una carretera. Una vez en el mirador, el sonido ya invade todo. Son las cascadas que caen desde el Ventisquero, dejando una estela blanca que pareciera caer en cámara lenta.

El mirador lo compartimos con chucaos, cometocinos, Fío Fíos y uno que otro ratón de bosque. Hay bancas y suficiente espacio para comer un snack mientras se admira el paisaje. Recomendamos hacer esta ruta temprano, para así evitar las multitudes, o bien, entrada la tarde. En Aysén no se oscurece hasta las diez de la noche en verano, por lo que tendrás suficiente tiempo para subir y bajar si es que empiezas a las cinco de la tarde.

Lo que no muchos saben es que, 30 kilómetros al norte por la carretera austral, se encuentra el sector Angostura del parque, donde comienza el sendero Los Pumas. Menos visitado, más frondoso y más empinado, este sendero atraviesa el bosque húmedo, lleno de rayaditos que cantan muy fuerte cuando pasa alguien por el lado, hongos y flores trepadoras rosadas y naranjas que crecen alrededor de árboles que se pierden en el cielo.

Y al final del sendero, una laguna de agua transparente y tibia, donde puedes caminar muchos metros antes de que el agua te llegue a las rodillas.

 

Queulat es pura diversidad y queda demostrado también en Puyuhuapi, la localidad más cercana al parque nacional. Tuvimos la suerte de pasar por ahí justo la semana en que celebraban su aniversario número 85º, donde la concejala, Almendra Silva Millalonco -quien ganó con primera mayoría en las últimas elecciones a pesar de que en la papeleta salía su nombre social antiguo, Pedro Silva- nos invitó a participar de las actividades de la noche.

Mientras los puyuhuapinos terminaban de coser disfraces para el gran evento nocturno, nosotros nos fuimos al inicio del sendero Mirador Los Canelos, donde conocimos a los dueños del lugar, Zunilda Pincol y su marido, René Zúñiga. Existe un secreto muy bien guardado aquí, pero si le preguntas a René, seguro te lleva caminando junto a su caballo, Lucero. Se trata de una piscina natural escondida entre nalcas, con una cascada y aguas cristalinas. René es un gran conversador, nos preguntó cómo es la vida en porque él nunca ha venido “a esa cuestión”. Y nada que le guste más que sacarse fotos con los turistas que pasan por ahí, para que se lo lleven “a todas partes del mundo”, como nos contó.

Zunilda y René son la ilustración viva de la historia de Puyuhuapi. Ambos se vinieron desde Chiloé cuando aún eran muy jóvenes, a esta localidad fundada unos años antes por un grupo de alemanes que emigró de Europa previo al estallido de la Segunda Guerra Mundial.

“Tenemos una historia bien pro aquí en Puyuhuapi”, nos contó Almendra Silva, concejala por la comuna de Cisnes, ese día en la noche. “Este pueblo fue conocido por su fábrica de alfombras, donde las mujeres trabajaban desde mucho antes que en otras partes del país. También estaban insertas en la fábrica de lácteos. Acá eran independientes”. Y, precisamente, Zunilda fue una de esas mujeres.

“Trabajé en las alfombras con y después empecé a lechear”, nos cuenta mientras da pasitos cortos hasta su invernadero. “Todos los días lecheabamos 30, 40 vacas al día”, luego, esa leche pasaba a ser queso y mantequilla gracias a “el patrón”, dice Zunilda, refiriéndose a Otto Uebel, uno de los fundadores de Puyuhuapi que da el nombre a la calle principal del pueblo.

De vuelta al centro de Puyuhuapi, las fiestas ya comenzaron, con concursos donde el pueblo entero se divide para formar dos alianzas y, al final de la semana, coronar una reina y “bailar hasta las 5, 6 de la mañana”, nos dice Maritza, quien cuando joven fue reina muchas veces por su alianza. “Es muy lindo porque aunque a veces tengamos roces entre vecinos, la semana puyuhuapina hace que todos nos unamos y trabajemos en conjunto: niños, jóvenes, viejos. Incluso turistas”, cuenta Maritza. Y es que un día de esta celebración, que se lleva a cabo todos los años la tercera semana de enero, contempla un gran asado gratis donde todos -incluidos turistas- están llamados a comer.

Si quieres saber cómo suena el bosque húmedo del Parque Nacional Queulat, sus lagos, el Ventisquero y la gente que vive en este sector austral de Chile, puedes escuchar el podcast Chile Viajero.

Época para visitar el parque: de diciembre a abril
valor entrada parque: 4 mil
valor x persona x noche en camping: 6 mil
Transfer

Si quieres saber cómo suena el bosque húmedo del Parque Nacional Queulat, sus lagos, el Ventisquero y la gente que vive en este sector austral de Chile, puedes escuchar el podcast Chile Viajero.

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