Mi panorama: alargar la tarde en Playa Ancha

Valparaíso, gracias a sus escaleras y curvas, diseñadas por algún hermoso psicópata, siempre entrega la sensación de estar conociéndola por primera vez. No importa cuántas veces uno suba sus cerros, en cada ocasión se descubre algo diferente: una vista al mar que conmueve, una insólita casa en ruinas que cuelga de un hilo o un nuevo tipo de olor a podrido.
Quizá por eso el visitante esporádico suele limitar sus movimientos en el pequeño pero empinado diámetro entre los cerros Alegre, Concepción y Cárcel, donde se concentran los hoteles más finos, los turistas más rubios, los restoranes más conocidos y las esquinas más fotogénicas. Es la zona Disney de Valpo: bonita pero bastante ficticia.
Para una experiencia menos instagrameable pero igualmente grata mejor es moverse hacia Playa Ancha, el más grande de los cerros de la ciudad. Al sur de la bahía, con el Pacífico rodeándola casi por completo, es una zona multifacética, tan tradicional como juvenil, en la que conviven centenarias casonas inglesas con facultades universitarias, el estadio de Wanderers y la popular playa Las Torpederas.
Qué hacer en Playa Ancha
En este balneario, donde el mar está siempre tranquilo y, si hace calor, no faltan los clavadistas que se lanzan desde las barandas, se puede comenzar el paseo. Justo arriba está el Cementerio Nº3, abierto en 1897, entre cuyas tumbas se encuentra la de Emile Dubois, asesino en serie francés y santo pagano de los porteños.
Pero subiendo un par de cuadras, ayudados por el viento, aparece el Roma, una de las quintas de recreo más antiguas de Valparaíso, hoy un enorme bar que no pierde su espíritu juvenil. Justo ahí comienza la Avenida Playa Ancha, calle principal de un sector que no tiene sucursales de supermercados, farmacias ni ninguna cadena: solo existen negocios de barrio.
Uno de ellos es el almacén Naval, funcionando desde 1923, la panadería Menta, que hornea el pan batido a leña, o el café República, que sirven los cortados con boleros de fondo. En la Av. Gran Bretaña, la otra gran calle playanchina, las horas se pueden alargar mirando las mansiones de madera que los poderosos europeos construyeron el siglo pasado.
Un cerro plano, donde las calles son rectas, los precios razonables y casi no hay escaleras: Playa Ancha, para quien no vive ahí, es toda una anomalía.
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