1899: la nueva apuesta por el misterio y la ficción de los creadores de Dark
Ocho episodios componen la serie de Netflix que muestra la inquietante historia de los pasajeros y tripulación del barco Cerbero en su viaje a América, donde los bucles temporales se suman a los secretos del cerebro.
Para Baran bo Odar y Jantje Friese su carrera tuvo un punto de inflexión con Dark, el exitoso espacio que se atrevió a jugar con el suspenso y la ficción. Una mezcla que vuelven a usar en 1899.
El singular espacio de ocho capítulos con el que buscan reencantar al público que cautivó su anterior creación de 2017, que dio el vamos a las series alemanas originales para Netflix con el pie derecho.
Y si en su ya clásico título para el streaming era la desaparición de un niño la que marcaba el inicio de un relato plagado de viajes temporales, en 1899 también una pérdida es clave en la partida de su trama.
La que se sitúa en las postrimerías del siglo XVII, cuando ya han pasado cuatro meses desde que se perdió contacto con los pasajeros y la tripulación del barco Prometeo en medio del océano.
Momento en que otra embarcación, Cerbero, zarpa desde Londres con destino a América, llevando a pasajeros de diferentes clases sociales que buscan otra vida en el nuevo continente.
Entre los cuales se cuenta Maura Franklin (Emily Beecham), una de las pocas neurólogas de la época, que por ser mujer no puede ejercer y viaja para saber qué sucedió con su único hermano.
El encuentro con el Prometeo
El cual habría ido a bordo del Prometeo y le hizo llegar una carta antes de desvanecerse, obligándola a sumarse al grupo que viaja por el mar bajo la guía de Eyk Larsen (Andreas Pietschmann).
El capitán del buque que también carga con una pérdida relacionada con su familia que lo hace refugiarse en el alcohol y responsable de un heterogéneo grupo de pasajeros con sus propios secretos.
Como la pareja de “hermanos” españoles, los recién casados franceses, una misteriosa chica oriental y su madre, además de los inmigrantes daneses que incluyen a una humilde y religiosa familia.
Pero poco a poco las cosas comienzan a tomar un matiz inquietante, cuando reciben una llamada de auxilio desde el Prometeo y el capitán Larsen obliga a la tripulación a ir en su búsqueda.
Sin embargo, al llegar descubren la embarcación en ruinas y a un callado niño que estaba aprisionado en su interior, al mismo tiempo que un desconocido, que también estaba a bordo, logra subir al Cancerbero.
En el instante clave que marca un antes y un después en la enmarañada y algo pausada trama de 1899, donde Friese y Odar vuelven a jugar con los bucles temporales, pero ahora ligados a recuerdos y la complejidad cerebral.
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