Hay series que por muy buenas que sean permanecen como invisibles para el público por largo tiempo hasta que, varios años después, alguien reconoce sus méritos y todo el mundo comienza a hablar –o twittear– de ella. Y aunque no hay ninguna garantía de que aquello vaya a ocurrir con GLOW, esta divertida serie de drama y comedia original de Netflix merece al menos ese efímero reconocimiento.
En total, GLOW ha recibido un total de 66 nominaciones a premios, algunos como los Globos de Oro y los Emmy, pero sólo ha conseguido seis victorias. Y es que esta excelente comedia ha sido opacada ante la crítica por otras series como The Marvelous Mrs. Maisel de Amazon Prime Video, Veep y Barry, ambas de HBO.
A modo de resumen, la serie se ambienta en la década de los 80 en Los Ángeles, Estados Unidos. Ahí es donde conocemos a Ruth Wilder (Alison Brie), una joven actriz que casting tras casting lucha por conseguir un papel decente en alguna película.
Luego de una gran serie de fracasos y casi perder totalmente la esperanza de triunfar en el mundo del espectáculo, Ruth asiste a un casting muy particular donde hay un diverso grupo de mujeres. Ahí todo está comandado por Sam Sylvia (Marc Maron), un director de cine alternativo que pretende realizar un show de lucha libre femenina televisado.
Ese es el punto de inicio de esta historia que este viernes 9 de agosto estrenó su tercera y, probablemente, mejor temporada hasta ahora.
Tercera temporada
Luego del final de la segunda temporada, en el que GLOW fue sacado de la programación de TV, todo el equipo se embarca a Las Vegas donde montará un espectáculo de lucha libre femenina en vivo.
Al ritmo de las guitarras distorsionadas de The Warrior, la tercera temporada comienza con una tragedia que parece augurar todo lo que se vendrá para las Bellas Mujeres de la Lucha Libre (en inglés: Gorgeous Ladies of Wrestling) más adelante en esta temporada: mientras Liberty Bell (Betty Gilpin) y Zoya the Destroya promocionan por televisión el espectáculo que debutaría esa noche en el casino Fan-Tan, en la transmisión en vivo el transbordador Challenger explotaba en el cielo a sólo unos minutos de su despegue.
Así también estallarían más tarde una serie de conflictos entre las protagonistas del show. Por un lado Ruth, a pesar de haber conseguido un trabajo estable como actriz y tener una relación con Russell, se siente incompleta con la vida que lleva; Debbie, por otro lado, se enfrenta a un durísimo machismo en el mundo de la producción, pero por sobre todo sufre por estar tan lejos de su bebé, que se quedó en Los Ángeles con su padre.
Para las otras chicas Las Vegas también se transforma en un centro de catarsis, en el que todas a su manera enfrentan sus fantasmas. Lo mismo que Sam y Bash (Chris Lowell). Pero de todas, la que más destaca por la progresión de su personaje es Sheila la chica loba, que gana terreno como uno de los personajes más adorables de la serie.
GLOW y el feminismo
Uno de los mayores atributos de GLOW es su capacidad de reflejar en la pantalla situaciones y practicas profundamente machistas del mundo del espectáculo de una forma tan divertida y fresca, como seria y crítica. En esta serie las mujeres son las protagonistas y, aunque en los primeros momentos de la serie todo luzca algo plástico y ficticio, el tono de verisimilitud que alcanza el relato a ratos es loable.
Y no son sólo Alison Brie y Betty Gilpin quienes brillan en pantalla. En GLOW parece haber tiempo suficiente para dedicar a cada personaje, sin perder el foco de la narración, y con un excelente resultado. Cada luchadora logra exponer sus conflictos, progresando como personajes y enriqueciendo el relato global con sus historias personales al empoderarse.
Por su puesto que la serie se sostiene, además de tener un buen guión, por su excelente producción. Y es que a Netflix le resulta muy bien recrear la década de los 80. En ese sentido no sólo triunfa con Stranger Things, pues acá también se nota la dedicación en cada detalle, en cada diálogo, en cada escenario y vestuario capturado por la cámara.
Una nueva entrega que mantiene un ritmo inagotable, que es ingeniosa en el tránsito del drama a la comedia, logrando involucrar a la audiencia con un entrañable grupo de personajes que, siendo muy distintos entre sí, se muestran cada vez más humanos, replanteándose sus identidades y los estereotipos que representan. Totalmente recomendada.