Desde la serie Mindunter hasta canciones de Tori Amos y Cypress Hill, son múltiples las referencias en la cultura pop al asesino en serie en que se centra Los hijos de Sam: un descenso a los infiernos.
Es que los estadounidenses, especialmente los habitantes de Nueva York, todavía no olvidan a David Berkowitz, el cartero que en la segunda mitad de los 70 sembró el terror en las calles de la Gran Manzana.
Entre 1976 y 1977, mató a seis personas e hirió a otras siete, en su mayoría jóvenes parejas que durante en las noches conversaban dentro de sus autos en zonas alejadas del Bronx y Brooklyn.
Por al arma que utilizó en los tiroteos lo llamaron “El asesino del calibre 44”, aunque en una de las cartas que envió tras uno de sus crímenes prefirió autobautizarse como “El hijo de Sam”, agregando que un perro de su vecino poesído por el diablo le daba las ordenes de matar.
Más de cuatro décadas después de aterrorizar a los neoyorquinos, sus crímenes reviven en la nueva serie documental de Netflix siguiendo una tesis que, en su momento, muchos prefieron ignorar: la de que Berkowitz no actuó solo y que en realidad más que uno, los hijos de Sam fueron varios.
Esa es la teoría de Maury Terry, un periodista que sostuvo que detrás del asesino y sus crímenes habría un culto satánico. Y esas son las pistas que sigue esta docuserie a través de sus cuatro capítulos.
Detrás del culto satánico
Terry, un habitante de Yonkers, ciudad del estado de Nueva York, trabajaba como periodista de la revista de IBM cuando sucedieron los tiroteos.
Cansado de escribir computadoras e impresoras, decidió dejar su empleo para comenzar a investigar estos casos que lo atraparon de forma particular.
Especialmente centró su atención en un aspecto que los policias y la justicia prefirieron dejar de lado cuando atraparon y luego sentenciaron a seis cadenas perpetuas a Berkowitz: las pistas que dejó el autor de los crímenes y que apuntaban a que tras estos hechos estaría un sangriento culto ocultista, llamado Los niños.
Uno donde participaban este cartero y sus vecinos en un barrio de Yonkers precisamente, John y Michael Carr, quienes serían los hijos de Sam, que es como apodaban a su cruel padre.
Según la información de Terry, Berkowtiz, sus amigos y otros miembros de la secta realizaban ceremonias satánicas en lugares abandonados, donde incluso asesinaban perros. Sus actos más crueles serían los tiroteos en las calles de Nueva York.
Incluso, tendrían relación con una red ocultista que se extendería por todo EE.UU. y que habría perpetrado macabros asesinatos en lugares como la Universidad de Stanford y Long Island.
La obesesión de Maury Terry
Maury Terry pasó gran parte de su vida recabando información y pistas sobre el vínculo entre los crímenes y la red ocultista. Incluso, publicó un libro sobre su teoría, The ultimate evil, que lo llevó hasta populares programas de TV.
Tanto se involucró que hasta llegó a obesionarse, por lo que no pocos lo llamaron desde conspiracionista hasta chiflado. Además, se ganó el odio de varios policias de Nueva York por su presiones para reabrir los casos y seguir su arista.
El eje de Los hijos de Sam son sus investigaciones y hallazgos. De hecho, aparece como narrador del relato a lo largo de los cuatro capítulos, en la voz del actor Paul Giamatti (American splendor).
Además, hay entrevistas a su ex esposas, sus hermanos, amigos, periodistas que trabajaron con él y algunos de los policían que investigaron los tiroteos.
Una serie documental que, como reza su subtítulo, es un descenso a los infiernos, que fascinará a los fanáticos de las investigaciones true crime y también los seguidores de las historias relacionados con el ocultismo y las sectas.
Quienes no lo sean también se engancharán, porque sus ingredientes -asesinos en serie, satanismo- son de esos que alimentan el morbo.
Además, va revelando poco a poco hallazgos que consiguen mantener el interés. Y aunque a ratos se vuelve reiterativa, nuevos giros vuelven a atrapar al espectador.