Madre solo hay dos: la nueva apuesta mexicana de Netflix que mezcla comedia y drama
Ludwika Paleta y Paulina Goto protagonizan la serie que muestra cómo se unen los caminos de dos opuestas mujeres, luego de que en un hospital confunden a sus hijas.
El abultado catálogo mexicano de Netflix cuenta con algunos de los títulos más vistos de la plataforma, teniendo entre sus últimas producciones a Control Z y Oscuro deseo. A las que ahora se suma Madre solo hay dos, apostando por la comedia dramática para atraer al público.
Un espacio creado por Carolina Rivera y Fernando Sariñana, los nombres detrás de Luis Miguel: la serie, que muestra cómo se unen los caminos de dos mujeres muy diferentes entre sí, que en el inicio del relato sólo tienen en común el estar embarazadas.
Ellas son la joven Mariana (Paulina Goto) y la ejecutiva Ana (Ludwika Paleta, la famosa María Joaquina de Carrusel), quienes a pesar de su distinto origen económico coinciden en el mismo hospital para tener a sus hijas, luego de que el chofer de Ana se equivoca de ruta.
Después de un tenso primer encuentro entre ambas y de dar a luz, las mujeres pueden finalmente estar con sus niñas, ignorando que minutos antes estas fueron confundidas por una enfermera. Un error del que no sabrán nada hasta un tiempo después.
Así, durante cinco meses Ana cría a Regina en la gran casa que comparte con su marido, sus dos hijos mayores y su servidumbre, y bajo estrictas reglas; mientras Mariana cuida a Valentina de manera relajada, solo con la ayuda de su madre Tere (Liz Gallardo).
Pero en el hospital se dan cuenta del cambio de las pequeñas y deciden avisar a sus mamás, provocando un gran golpe en Ana y Mariana, quienes sienten un gran apego por sus supuestas hijas y ven casi imposible separarse de ellas.
Una convivencia algo forzada
Poco después, y a regañadientes, las mujeres intercambian bebés en el hogar de la ejecutiva, bajo la mirada de una abogada y sus familiares. Sin embargo, las niñas no responden bien al cambio, especialmente Valentina, que no acepta las mamaderas de Ana.
Al borde del colapso, la estricta mujer de negocios contacta a Mariana y le pide que amamante a su hija, mientras ella se reencuentra con su amada Regina. Sin pensarlo mucho, en ese momento Ana le propone a la joven que se mude por un tiempo a su casa.
Desde ese momento comienza una improbable convivencia que en un primer momento parece que no funcionará, por las opuestas formas de enfrentar las cosas y la maternidad de las dos mujeres, pero que de a poco las va acercando cada vez más.
Donde también se hacen presentes y se mezclan quienes forman parte de sus rutinas, como el esposo de Ana, Juan Carlos (Martín Altomaro), y su asistente, Cynthia (Elena del Río), o la amiga de Mariana, Elena (Oka Giner), y su ex pareja Pablo (Javier Ponce).
De esta manera se va construyendo una relación marcada por los dramas y alegrías que enfrentan como madres, que en el caso de Mariana son una novedad y en el de Ana algo que no buscaba repetir, y que afecta sus relaciones personales y sus estudios o trabajo.
Un cúmulo de desafíos y aprendizajes que van surgiendo a lo largo de los diez capítulos de la primera temporada de Madre solo hay dos, de los cuales el espectador es testigo y cómplice gracias a la cercanía que la serie consigue con su estilo de narración.
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