Menéndez: el día del Señor, cuando el exorcismo es más peligroso que la posesión
La violenta realización, ambientada en México, muestra la historia de un ex sacerdote que debe retomar su labor cuando un amigo le pide ayudar a su hija poseída.
A mediados de marzo debutó en Netflix la película mexicana La marca del demonio, donde el español Eduardo Noriega encarna a un sacerdote enfrentado a un exorcismo. Unos meses después, el terror, México y un cura se reencuentran en Menéndez: el día del Señor.
La nueva apuesta original de horror de la plataforma que llega a horas de un nuevo Halloween, con una historia ambientada en algún lugar del territorio azteca. Lugar en que un ex religioso, llamado Menéndez (el catalán Juli Fàbregas), vive aislado en una gran casona.
Un retiro buscado y aceptado, con el que el antiguo cura trata de dejar atrás los complejos días en que se enfrentaba a demonios y poseídos, en su calidad de exorcista. Pero sus pesadillas se multiplican cuando un viejo conocido llega pidiendo ayuda.
Su nombre es Sebastián (Héctor Illanes) o Sebas, y reaparece en la vida de Menéndez convencido de que su hija, Raquel (Ximena Romo), está posesa. Desesperado, el padre recurre a su auxilio, sabiendo que los métodos del ex cura son poco ortodoxos.
Esto porque, a diferencia de sus colegas que recurren solo a la oración para conminar al ser demoníaco a abandonar el cuerpo de su víctima, Menéndez apuesta por la violencia física para concretar el exorcismo, habiendo llegado hasta quitarle la vida a quien trató.
Lo que habría sucedido con el hijo de Marisa (Dolores Heredia) y por lo que el cura fue encarcelado hace algunos años. Pero la mujer se presenta la mañana de un viernes para ayudar al religioso con el aseo de su casa, asegurando que fue un gran apoyo para ella.
Violencia sobre el terror
Al día siguiente retorna Sebas, ahora acompañado por su hija, ya que para “tratarla”, Menéndez necesita que la joven se quede por un tiempo junto a él para poder vigilarla. Así se inicia una tensa y compleja convivencia, donde nada es lo que parece.
En todo momento la chica juega con el sacerdote, acusándolo de ser un pervertido. Algo que el público comienza a dudar ante ciertas situaciones comprometedoras, que luego se revela eran para saber si estaba realmente poseída.
Con las suficientes pruebas ante él, Menéndez hace volver a su casa al desesperado padre, ya que necesita que lo asista en el exorcismo que debe realizar. Un momento que se concreta casi una hora después de que se iniciara el metraje de la película.
Escena que, además, tuvo un extenso preámbulo, donde el misterio y las dudas se tomaron el ambiente. Pero todo es rápidamente reemplazado por Menéndez y un exorcismo que va más allá del género del terror y se convierte en gráfica y descarnada violencia.
Opción que tomó su director, el español Santiago Alvarado -como aseguró a medios mexicanos-, para darle una vuelta a las cintas de exorcismo hechas por Hollywood. Sin embargo, la forma de abordar su apuesta en momentos es demasiado arriesgada.
Un giro en el terror enfocado en religiosos y posesiones, que sin lugar a dudas le confiere singularidad a Menéndez: el día del Señor, pero deja a la película al filo de lo políticamente correcto, más cuando el objeto del feroz “trabajo” de su protagonista es una mujer.
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