Sony Pictures Animation está detrás de dos las mejores películas animadas de este año, ambas estrenadas a través de Netflix, La familia Mitchell vs las máquinas y El dragón de la tetera. Ahora el estudio de animación estadounidense se anota un tercer acierto esta temporada con Vivo.
Un largometraje que tiene su origen hace más de una década, cuando Lin-Manuel Miranda, el creador de los exitosos musicales de Broadway In The Heights y Hamilton, empezó a trabajar en la historia y las canciones que serían su base.
Más de una década después, este musical animado debuta con Kirk DeMicco (Los Croods) en la dirección y por la pantalla de Netflix, pasando de inmediato a la títulos recomendados de su catálogo para ver en familia.
Su relato parte en las calles La Habana, Cuba, donde Andrés (en la voz del músico Juan de Marcos González, quien tocó con Buena Vista Social Club) suele entretener a los transeúntes con sus canciones, en compañía de Vivo, un kinkajú, un animal pariente de los mapaches, al que encontró por accidente.
Es su fiel compañero de aventuras y por eso, tras la partida de Andrés, el tierno mamífero que hará lo imposible por entregar la canción que el músico escribió para Marta Sandoval (Gloria Estefan), la diva de la canción cubana con quien tocó en sus inicios y a quien nunca pudo declarar su amor.
Para encontrarla debe ir hasta Miami, al Mambo Cabana, el escenario donde la cantante dará un show y al que había invitado a Andrés antes de que muriera.
De La Habana a Miami
¿Y cómo va a llegar un kinkajú hasta ahí? Con la ayuda de Gabi (Ynairaly Simo), la sobrina nieta de Andrés, una niña rebelde y vivaz, quien ama tanto la música como a su tío y por eso no duda en sumarse a la misión de entregarle la canción a Marta.
Así, junto a Vivo será parte de una aventura que los llevará de La Habana a Miami, donde enfrentarán varios peligros, en especial en los Everglades, el parque de humedales en Florida, pero que también será el inicio de su amistad.
Una en que los une sobre todo la música, que está presente a lo largo de los casi 100 minutos que dura el largometraje, con las vibrantes canciones que escribió Lin-Manuel Miranda y que tiene el sello que ya lució en sus exitosos musicales.
Esto es, una efectiva y contagiosa mezcla estilos, que en el caso de Vivo junta a géneros latinos clásicos, como el mambo, el son y la salsa, con otros más modernos como el hip hop y el pop, porque el público al que se dirige la película son los niñas y niñas.
Unas canciones originales rítmicas, coloridas y luminosas, igual que el estilo de animación, que le saca todo el provecho a las técnicas 2D y 3D que tan buenos resultados les dio a los estudios de animación de Sony en La familia Mitchell vs las máquinas.
Los ingredientes principales de este cinta, que es una carta de amor a Cuba y la música en general, tan emotiva y entretenida que deja con ganas de ver más historias de Gabi y Vivo juntos.