No se sabe dónde son, tampoco cómo es el lugar. No están en ningún mapa ni acumulan reseñas en Google. La fecha es fija, el horario puntual y solo se puede llegar siguiendo las instrucciones que apenas unas horas antes se enviaron al teléfono. Pero cada vez que se realizan, estas cenas clandestinas agotan sus cupos. Quienes las han disfrutado no dejan de recomendarlas ni de repetirse el plato, un efecto boca a boca que las convierte en exitosos secretos.
Son experiencias únicas, tan personales como personalizadas, donde el contacto con los chefs es directo —te reciben, te atienden y te explican— y las posibilidades de sorprenderse son altísimas. También la de conocer gente nueva, pues en muchas de estas cenas compartirás mesas con desconocidos. Personas diferentes y quizá muy distintas a ti pero con las que ya tendrás algo importante en común: el gusto por la novedad y la buena comida.
Estas son seis cenas o comidas clandestinas, algunas fijas y otras itinerantes, que vale la pena explorar en Santiago (y una en región).
Uri House
Uri House —del pronombre coreano uri que significa “nosotros”— es el nombre de esta cena escondida y exclusiva a la que solo llegas por dato. Para seis personas, funciona únicamente los domingos, lunes y martes, en el living de un ñuñoíno departamento de Av. Vicuña Mackenna, del cual solo sabrás más detalles después de reservar.
En Uni House te ofrecerán un menú con maridaje de siete tiempos a cargo de Jonathan Angarita. Este chef venezolano, que fue sous-chef en Moshi, restorán de cocina asiática de Medellín, y que en Chile pasó por DeCalle y 99 Restaurante.
Estos siete tiempos se acompañan de cuatro cócteles a cargo Daniela Solis, premiada bartender chilena, actualmente a cargo de crear los tragos del Grupo Jardineros (con locales como Demencia, Depatio o Jardín Mallinkdrot).
Conviene llegar con hambre, pues el menú ($50.000 por persona) nunca es el mismo. Si bien el lema de Uri House es interpretar la cocina asiática, con platos inspirados en sabores de Vietnam o Corea, la imaginación de Daniela y Jonathan les permite mezclar con productos y tradiciones latinas.
Eso lo convierte en una experiencia alucinante en términos de sabor, textura y presentación de los platos. Sentados en el suelo —aunque si no te acomoda, puedes pedir estar en una silla— el vínculo con la comida y la bebida se vuelve muy íntimo.
El menú cambia constantemente —en marzo debutó uno nuevo—, donde pueden tocarte platos como un crudo de pescado del día, acompañado de leche de tigre de coco y patacón. O un jat haemul naengook, una crema de de inspiración coreana con frutos secos y pera, acompañada de fideos de trigo y una croqueta de albacora y rollizo frita. O cócteles como el Drambuie Iced Espresso.
Para reservar, debes hacerlo a través de su Instagram: @uri.housee.
Isla
Más que una cena escondida, Isla es una intervención de lugares. El objetivo es convertir cada lugar en una restauración de los sentidos a través de la comida, el vino, el arte y los recursos naturales.
Esta experiencia itinerante, que cambia constantemente de locación, está a cargo de Maira Ramos, chef que pasó por el restaurant Rayuela, de la Viña Viu Manent. Junto a ella esta Ale Boverman, su pareja, manager de Fuegos de Apalta.
Las cenas de Isla han viajado por distintas regiones de Chile. Han estado en espacios tan diferentes como Huerta Alaia, en Punta de Lobos, Pichilemu, o Casa Easyways en Santiago. Su foco, eso sí, está en apostar por la Región de Colchagua.
“Isla es una cocina ambulante, con la que intervenimos espacios donde no hay nada. Como la huerta de El Borde, que la convertimos en un restaurante por una noche”, cuenta Maira.
La experiencia cuesta $70.000 por persona e incluye dos cócteles de bienvenida, uno con Gin Provincia y otro con Vermut Luther, además de los vinos de L’Entremetteuse. El menú parte con platos para compartir y luego conduce a un espacio escondido, que se no ve al entrar, donde está la gran mesa. Toda la vajilla es hecha por Ramos.
Los platos son con productos totalmente de temporada, solo con vegetales, pescados y mariscos. ¿Las próximas fechas? Los sábados 25 de abril y 3 de mayo en Cáhuil, claro que en una versión distinta. “Más de cantina Argentina, con platitos más pequeños, para compartir”, cuenta Maira.
Se reserva en su Instagram: @__i__s__l__a__
Wabi Sabi
Wabi Sabi es la cocina de Pony, quien abrió esta cocina de estilo izakaya —barra de comida rápida japonesa— en la que fue la casa de sus papás en Estación Central.
Se trata de una cocina escondida pero que también es un espacio seguro, queer, vegano y pet friendly, al que solo puedes asistir si haces la reserva a través de su Instagram.
Funciona los sábados —en dos turnos, a las 2 PM y a las 5 PM— y los domingos a las 2 PM. Ahí te encontrarás con un precioso espacio, donde destaca su amplia terraza. Cada detalle fue cuidadosamente estudiado, como el almacén, que ofrece productos asiáticos, mangas e ilustraciones de Pony, o bolsas de género con el logo del local.
Luego la que brilla es la cocina de Wabi Sabi, a cargo también de Pony. En 2018, persiguiendo su obsesión por el ramen, viajó a Japón, pasó por ciudades como Tokyo, Osaka y Kyoto, y probó todo lo que le fue posible.
De ahí llegó con ideas, energía e inspiración. Como la de sus gyozas ($3.500 las seis), salteadas o al vapor, rellenas de shiitake, tofu, pak choi, espinaca, repollo y aliños. ¡Deliciosas!. También los bao ($4.000 las dos unidades), de harina integral y rellenos de repollo, zanahoria, soya texturizada, shiitaje y oreja de madera.
Los puedes acompañar con Cerveza Asahi ($3.000), Soju ($5.000) o si prefieres una tetera ($2.000) con jengibre, limón y frutas.
La estrella de su carta es el Ramen ($7.000), con shiitake, verduras, miso, soya y pasta de trigo. También le puedes agregar toppings como el tofu o un salteado de setas. También destaca el Udon Yuba ($7.000), con fideos udon de trigo en salsa de yuba, salteada y cebollín.
Se reserva a través de su Instagram (@wabisabi.cocina), donde te darán todas las coordenadas.
Tlayoli
Antes de funcionar como un restorán escondido, Tlayoli fue un local en Bellavista, muy pequeño, pero que rápidamente ganó fama como una de las buenas taquerías de Santiago. Eso porque su chef, el mexicano Eduardo de la Garza, más conocido “Lalo” y oriundo de Torreón, no solo tenía el sazón: hacía las tortillas él mismo, de maíz nixtamalizado, cocido con cal para separarlo del hollejo.
Y si bien el local cerró, parte de esa mística se mantiene ahora en esta versión de Tlayoli. Su nombre viene del náhuatl y significa maíz desgranado.
Porque el maíz es la base de su cocina, que sigue funcionando en Bellavista pero de forma esporádica. De momento con un brunch de antología, aunque solo algunos fines de semana. Para saber cuándo, hay que estar atento a las historias de su Instagram: @tlayolli_scl
Este sábado 29 y 30 de marzo, por ejemplo, estará abierto. Si bien el menú va cambiando, los precios varían entre los $10.000 y $15.000 por persona. ¿Con qué te encontrarás? Con opciones como el cold brew con horchata, una leche de arroz endulzada con leche condensada y canela más un shot de café de grano filtrado en frío.
O los Tacos de Barbacha, con mechada de vacuno hecha a fuego lento, aliños mexicanos, cilantro y cebolla. Un gran plato que podría aparecer es la torta ahogada, un pan crujiente relleno de jugosa carnita de cerdo desmenuzada, sumergida en una salsa especiada. Un clásico de Jalisco, que puedes pedir en modo veggie, con chilaquiles rojos de hongos.
También están los Tacos de Flor de Jamaica, donde este hibisco es salteado como cebolla caramelizada. Lleva ají verde y se acompañada con porotos negros. Y podrían tocarte los Chilaquiles Rojos, unos totopos bajados en salsa roja, cebolla caramelizada, frijolitos, queso fundido y palta. Los puedes pedir con pollo, huevo o ambos.
La Chipriota
Myrto Paschalidou es conocida como La Chipriota, cocinera autodidacta que llegó de Chipre, la isla del lado oriental del mar Mediterráneo. Inspirada en los cuadernos de receta de su abuela, y motivada por compartir su tradición, pasa casi todo el día en su cocina en el Barrio Yungay.
Ahí prepara sus talleres, algunos platos que vende —como baklava o queso halloumi—, y también sus ya históricas cenas escondidas, que son un verdadero festín.
De entrada ya es un viaje al Mediterráneo, con su patio interior de murallas blancas, suelo de piedra, una larga mesa, un granado y un olivo, símbolo de paz, abundancia y prosperidad.
Las cenas se plantean como un mezedes, formato típico de Grecia, Turquía y parte del Medio Oriente, y que también ocurre en las tabernas de Chipre. Es una especie de banquete en el que los platillos llegan a la mesa como olas, con docenas de preparaciones tradicionales para compartir.
La experiencia gastronómica es única. Cambia cada vez, pero puede incluir hojas de parra al estilo de Chipre, por ejemplo, o un cordero cocinado lentamente. Siempre habrá distintas salsas tradicionales, como el tzatziki. O panes de aceituna y postres como Lokoumades, unas adictivas bolitas bañadas en almíbar..
¿La próxima fecha? El sábado 5 de abril, a las 8.30 PM. Cuesta $49.500 por persona e incluye vino y un trago de bienvenida. Las reservas son en su Instagram: @lachipriota
Brunch Palestino de Dalal Halabi
Dalal Halabi es periodista y cocinera de origen palestino. Es la misma detrás del exitoso libro de recetas Cocina de la diáspora, que pronto tendrá un nuevo ejemplar en el mercado.
Su cocina, por supuesto, habla de sus raíces y de la herencia gastronómica de sus ancestros. Criada en Patronato, siempre cerca de la fábrica de delantales de sus abuelos, sus platos cuentan su historia y tradición familiar, que mezcla los sabores palestinos con los productos chilenos.
Además de divulgar su cocina, Halabi realiza distintos talleres y pop ups. El próximo es el 6 de abril en Casa Easyways, un espacio con quincho y jardín ubicado en Alonso de Córdova 4330, Vitacura.
En su caso, se trata de un brunch que cuesta $52.000 por persona. Allí, alrededor de una gran mesa, podrás probar todas sus delicias. Platos como la fotogénica shakshuka, con huevos cocinados en una salsa de tomate bien especiada para untar con pan pita. O los falafel con salsa de tahine y los scones con zaatar y miel.
No faltará el hummus, ni el babaganoush ni el labne ni menos los dulces árabes por ejemplo. Para beber habrá café árabe, jugos naturales, espumantes, vinos y aguas saborizadas. Puedes reservar aquí.