Vivir Dos Veces: Una película a medio camino entre el drama y la comedia

Vivir Dos Veces: Una película a medio camino entre el drama y la comedia
Vivir Dos Veces | Netflix

Vivir Dos Veces llega a Netflix desde España para presentar el intenso drama de un abuelo con Alzheimer, mezclado con un humor que a veces resulta demasiado fácil.

María Ripoll es la directora de Vivir Dos Veces, la nueva cinta española de Netflix que le pone comedia al drama de un hombre anciano con Alzheimer. Lo hace de la mano de dos de los actores españoles más reputados: Inma Cuesta (La Novia) y Oscar Martínez (Relatos Salvajes), quienes hacen de este filme una buena experiencia.

Ripoll nos presenta a Emilio, un profesor universitario de matemáticas ya jubilado a quien se le diagnostica Alzheimer. Agobiado por la certeza de que pronto lo olvidará todo, el hombre decide emprender un viaje en busca de su amor de juventud y de la que no sabe nada desde hace años.

Emilio convence a su hija (Cuesta) de que lo acompañe, también junto a Blanca, su nieta, y Felipe, su yerno. Los cuatro forman una familia disfuncional en camino a no se sabe dónde con la esperanza de encontrar al gran amor de su abuelo.

Ese viaje termina siendo revelador para todos los personajes, que deben enfrentar los engaños que ellos mismos se han hecho y encontrar el valor para cambiar sus vidas. Pero las historias secundarias que deberían completar el viaje no se desarrollan y quedan a medias.

Vivir Dos Veces trata de mezclar comedia y drama, pero no brilla en ninguno de los dos planos. La interpretación de Martínez como Emilio y la representación de su enfermedad es de primera, pero al final el filme la diluye con escenas cómicas simplonas que no siempre funcionan.

Lo mismo pasa con Blanca, la nieta (interpretada por la niña Mafalda Carbonell), un personaje que funciona mejor en su lado sensible, pero que se pierde en un intento de crítica al uso indiscriminado de las redes sociales que termina convirtiéndose en una broma fácil y repetida a lo largo de la película.

De todas maneras son las actuaciones las que levantan una cinta con un guión plano, con personajes arquetípicos y sin sustancia para profundizar en ninguno de los temas que plantea.

Igual saca uno que otro lagrimón y sonrisa, y es recomendable para quienes gozan con esas cintas sencillas a las que no hay que darles demasiadas vueltas.

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